"La tiranía no puede reinar sino sobre la ignorancia de los pueblos"
-Francisco de Miranda.
Con la reciente propuesta de “supremacía constitucional”, México parece estar reviviendo uno de sus mayores éxitos de antaño: concentrar el poder en el Ejecutivo al estilo de los 60 y 70, con toques modernos. La iniciativa, impulsada por Morena y sus aliados, propone un cambio trascendental: limitar la intervención de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) en la revisión de las reformas constitucionales. En otras palabras, si esta reforma se aprueba, el Congreso y el Ejecutivo tendrán un pase VIP sin supervisión para decidir sobre cambios que impacten en derechos fundamentales, sin esos fastidiosos jueces diciendo qué es o no válido.
¿A qué nos recuerda? Pongámonos nostálgicos y volvamos a la época dorada del PRI, cuando el país vivía un periodo de “estabilidad” bajo un sistema que concentraba el poder en unas pocas manos y donde los derechos humanos eran como las semillas del jitomate, ya vienen incluidas pero nadie las pela. La idea detrás de esta reforma de “supremacía constitucional” parece extraída directamente del archivo histórico. Los cambios constitucionales quedarán blindados de cualquier posible revisión judicial, bajo el argumento de que representan la “voluntad popular” y deben respetarse sin discusión.
¿Pero qué puede salir mal?
En el plano económico, el impacto podría ser notablemente negativo, cualquier cambio constitucional que pueda afectar los derechos de propiedad o limitar la revisión judicial asusta a los mercados. No se necesita mucho para ver que los inversionistas extranjeros pueden poner pies en polvorosa al mínimo indicio de inestabilidad. Nadie quiere invertir en un país donde los derechos son mas invisibles que tú para tu crush y donde un cambio constitucional pueda hacerse sin supervisión judicial. La competencia internacional es dura, y no basta con ser un destino atractivo si, a fin de cuentas, los inversionistas temen que sus derechos y capital puedan estar en peligro.
¿Y en el ámbito social? La cuestión es aún más espinosa. A lo largo de la historia, la reducción del poder judicial y la concentración del poder en el Ejecutivo han sido el preludio de gobiernos autoritarios. El “modelo” de esta reforma recuerda un poco a los esquemas de Turquía o Venezuela (si, ese país que utilizan los pseudo intelectuales de la izquierda para burlarse de la oposición diciendo que aún no somos pero que sin embargo para allá vamos) las reformas a las leyes y la centralización del poder generaron una erosión paulatina de los derechos y las libertades. Desde la perspectiva de los derechos humanos, la propuesta contradice directamente el compromiso de México con tratados internacionales que exigen que sus leyes y reformas sean revisables para proteger a sus ciudadanos. Y como bien saben en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la revisión judicial es fundamental para evitar que los Estados legislen sin límites en áreas que podrían vulnerar derechos fundamentales
Un camino hacia el autoritarismo… vintage
¿Estamos ante una especie de autoritarismo renovado, con sabor vintage? Aunque los promotores de la iniciativa aseguran que esto “fortalece la democracia,” lo cierto es que recuerda demasiado a épocas donde la concentración del poder se disfrazaba de estabilidad, así igualito que el PRI rancio del que tanto se quejan los aplaudidores del régimen. Para muchos, suena como una receta familiar: menos intervención judicial, más control centralizado, y, en última instancia, menos derechos para los ciudadanos. Es una fórmula que parece tener éxito en concentrar el poder, pero siempre a un alto costo para la sociedad.
Gracias por llegar hasta aquí y te invito a seguirme en Tiktok @javi_el_fifi
Ufff, nos enfrentamos a un momento muy difícil para México, y parece que no vamos a salir bien librados